#ElPerúQueQueremos

http://www.revistacronopio.com/wp-content/uploads/2011/02/ter-02.jpg

El término pasión en el periodismo

Así tan bajo ha caído la imagen del periodista que hoy en día tiene que lidiar con un sueldo bajo, una profesión riesgosa, calumnias, afrentas, y en el que su credibilidad ha sido puesta en entre dicho, porque hay que aceptar que aquellos facilistas de la profesión, en conjunto con los gobiernos corruptos han mancillado la imagen de los mensajeros de Hermes. El periodista ha sido desplazado, marginado, y eso influye también en el carácter de un individuo por querer sobresalir entre esa gran masa de periodistas.

Publicado: 2014-07-22


«A veces un viejo bruto es mejor que un joven inexperto… Todo eso nos hace pensar en que si añoramos, y mucho, la juventud, la vejez también tiene sentido» —Porque cobardes son los que luchan y mueren, valientes los que según las circunstancias deciden huir para volver con más fuerza a luchar hasta el final de su existencia.

Manuales, guías y teorías sobre cómo hacer periodismo abundan en el mundo en forma de consejos, enfoques, direcciones, razonamientos. Nada de lo anterior demerita el trabajo de aquellas personas que han intentado aclarar el panorama para que nuevos individuos, interesados en exponer y explicar (sobre todo esto) la verdad de una realidad cambiante, puedan pensar de manera transparente y sacar partido de situaciones complejas, tales como ser corresponsal de guerra, o qué decisión tomar a la hora de elegir entre dos noticias en el mismo lugar. Sin embargo, cuando el periodista se encuentra inmerso en una complejidad de hechos que pone en tela de juicio sus conceptos sobre qué hacer, todo parece tomar un rumbo distinto. En momentos de tensión el periodista debe entonces luchar con sus pensamientos, contener sus emociones e intentar ser lo más objetivo posible, y digo lo más objetivo posible porque la objetividad no existe, es más bien una necedad, como lo explica Poe en una sus Narraciones Extraordinarias bajo las deducciones del detective Dupin, al explicar que «puede apostarse que toda idea pública, que todo convencionalismo admitido, es una necedad, porque ha convenido a la mayoría».

También existe un término llamado realidad en el que convergen las opiniones y estudios de muchas personas para debatir sobre qué es lo real y qué no, y esto es la suma de todas las convenciones. Por ende, todo lo que esté dentro de este marco es real, tangible, y racional. Si la realidad es la suma de convenciones y esa suma de convenciones son resultados de diversas realidades humanas que se pueden percibir en el mundo material, entonces, ¿dónde quedan las realidades individuales?, ¿acaso el mundo particular no es real? ¿Sólo podemos ver lo que ven los demás y en ese sentido esa realidad es la válida? Sobre este asunto se manifiesta Estanislao Zuleta: «si el criterio de la verdad es la experiencia, la verdad no entra en contraste con nada; puesto que todo el que afirma algo lo afirma con relación a su experiencia, y con relación a su experiencia es cierto. Y no puede haber tampoco relación de una cosa con otra cosa, porque sería remitirse a otra experiencia, desde la cual se puede ver el problema en otra forma, y con relación a ella también sería cierto. Entonces, ¿dónde queda el error?».

Según esto, ¿hasta qué punto la realidad y la voluntad del periodista tienen validez, y hasta qué punto la realidad, las presiones de su medio, su editor, su jefe de redacción y todas sus pasiones lo impulsan a tomar una decisión que lo puedan llevar a la guerra o a contener sus emociones como periodista? ¿Es enfermedad esta pasión que engañosamente se disfraza en una profesión? ¿Es valentía ir a la guerra e informarle al mundo lo que sucede? ¿Es cobardía no ir a la guerra? Veamos estos juegos de intereses.

El periodista no es un ser inmortal por su cualidad «fría» a la hora de permanecer distanciado de los hechos, toda esa perorata de que tiene que estar siempre en el lugar de los hechos es una generalización que no puedo soportar, y lo digo porque muchos periodistas mueren por su pasión a la profesión: ya sea cubriendo una guerra o haciendo el seguimiento a una persona peligrosa.

El periodista pues, peca en el peor de sus errores, como casi todos los grandes personajes de la historia, y así como Buda murió intoxicado por un trozo de carne de cerdo después de haber hablado sobre liberarse de todo lo material, así como Nietzsche terminó convertido al cristianismo después de blasfemar contra él y reducir a Dios al pensamiento humano, así como Jung terminó afirmando que él era el Cristo ario, así pues, la mayoría de los periodistas terminan pecando en un craso error, como lo dice el dicho popular: «el pez muere por la boca». Es cierto que aquella persona que se dedique al periodismo debe tomarlo como cosa seria, claro, como en todo, y debe estar ‘casi’ siempre en el lugar de los hechos. ¿Por qué digo, casi?, porque la persona que decida sumergirse en una situación que tiene todas las probabilidades de que muera en el intento tratando de presentar el informe, es un enfermo, eso es pasión, y si nos remontamos a la época clásica, podemos encontrar que el término pasión es el ‘pathos’, un concepto que propuso Aristóteles para designar el manejo emotivo que se le podía aplicar a una persona conmoviéndola con razonamientos, todo esto para disuadir.

El periodista por lo tanto, debe ser una persona que sea capaz de estudiar a su objeto de interés, de manera cercana y lejana, y filtrada por una continua reflexión sobre las posibilidades que tiene de morir. Ésta profesión sin duda alguna, es una de las más arriesgadas que existe, es todo un reto. ¿Por qué es pecado que el periodista muera en un cubrimiento noticioso?, sencillamente —y sólo en este sentido— porque la mayoría de los reporteros muertos sabían que no tenían la mínima posibilidad de salir vivos y aún así, eligieron entrar en el lugar para morir, eso es pasión, es un hedonismo puro, eso es morir por lo que los hace felices, y eso mismo es atentar contra la profesión con la que se jactaban de mantenerse a raya de las emociones.

Imagen de la exitosa película “Territorio Comanche” basada en el famoso libro de Arturo Pérez-Reverte

Algunas disciplinas como: la antropología, la sociología y la psicología, entre otras, proponen que el sujeto que investiga se mantenga alejado del objeto de estudio, hablando en sí del método cuantitativo; y si nos remitimos a áreas de estudio de carácter cualitativo nos percatamos de la cercanía que existe entre el sujeto y el objeto. Estos métodos de inmersión son de gran ayuda para el reportero, ya que permiten ahondar en aspectos en los que uno de los procedimientos deje dudas sobre el tema de investigación. Hoy en día lo que parece importarle a los medios son las noticias numéricas: que cuántas personas murieron, que cuánto dinero se dilapidó en el gobierno, que cuántas hectáreas de bosques fueron consumidas por un incendio. Todo esto tiene su valor, le agrega dimensión al hecho, sin embargo en ciertos temas es necesario hacer investigaciones de carácter cualitativo puesto que permiten conocer y acercarse a la comprensión de los significados que un determinado grupo de personas le da a sus acciones, todo esto resumido por Jensen y Jankowski,( estudiosos del área de los métodos cualitativos y cuantitativos en la comunicación de masas) en un término alemán conocido como ‘verstehen’, que significa comprender.

¿Por qué hablo de los métodos de investigación utilizados en las labores periodísticas?, porque por ese mismo motivo se influencian en cierta medida los reporteros para llegar al punto de morir por su profesión. Aunque debo confesar que si bien resulta desafiante decir lo que estoy diciendo porque el periodismo es una profesión que es para morir (pero no en el sentido trágico), como lo dice Juan Luis Cebrián, periodista y escritor español, «vivimos nuestro quehacer con la convicción de que es algo destinado a morir al ocaso y renacer de nuevo al día», es una práctica que exige de criterios, análisis y permanente reflexión para saber qué hacer en el siguiente movimiento, no promuevo al ser humano frío y calculador, sino al apasionado analítico, ojo, estos son «juegos del lenguaje» y son términos totalmente distintos, que a su vez difieren de la enfermedad del apasionado puro, que no es más que una obstinación de una persona impulsiva.

Cebrián, el autor de Cartas a un joven periodista, dice que la educación y la decisión de dedicarse a una profesión «depende tanto de las habilidades naturales como de las circunstancias que a uno le rodean», esas circunstancias que ejercen cierto poder de influencia en las determinaciones como para elegir una profesión, son las que se deben tener en cuenta bajo un análisis también a la hora de hacer un cubrimiento noticioso.

El término reportero viene del francés ‘réportere’ que significa «el que indaga». Cebrián utiliza una pregunta para explicarle a su amigo imaginario, Honorio, qué debía tener para ejercer el periodismo: «pregúntate mejor si eres curioso, impertinente, si te interesa lo que te rodea, si quieres averiguar el por qué de las cosas». Así mismo el autor utiliza una designación ‘voyeur’ para convencer a Honorio: «mírate al espejo y responde: ¿es para ti eso más importante que nada? ¿Más que el dinero, la familia, la salud y la tranquilidad? ¿Disfrutas mirando? Entonces eres un periodista». Como el reportero es aquel que indaga para saciar su curiosidad es por ende un voyerista, porque se da el gozo de ver, sin embargo hay que hacer la distinción: el periodista no se queda sólo con ver y saber, sino que utiliza el resto de los sentidos, ver es entonces, con los cinco sentidos. Así mismo, lo corrobora Cebrián refiriéndose a que el «periodista necesita ejercitar el previo deseo de conocer, y en eso se asemeja a los filósofos, pero igualmente ha de sentir la necesidad de contar las cosas», así que yo lo llamaré voyerismo pragmático.

Un ejemplo de ese voyerismo pragmático, que he designado, sucedió con el periodista Tareq Ayyoub —y aquí fundamento el por qué su pasión profesional lo llevó a realizar su propia acta de defunción— , corresponsal palestino para la cadena árabe Al Jazeera. El 8 de abril de 2003, tras la llegada de los marines estadounidenses con la misión de «liberar al pueblo iraquí» de Saddam Hussein, las tropas gringas bombardearon Bagdag, uno de los blancos fue la cadena de televisión árabe, según informó Abdul-Hadi, colega del periodista fallecido. Ayyoub, había decidido quedarse en el lugar de los hechos para mostrar junto con sus compañeros la realidad por la que estaba pasando Irak. Cortinas de polvo que cubrían parte de la ciudad eran el escenario principal.

¿Fue correcta la decisión de Ayyoub al quedarse en Irak pese a las amenazas con antelación —y por cierto sinvergüenzas—, del gobierno norteamericano?, ¿pudo el reportero haberse ido del lugar del bombardeo o del país para salvar su vida?, ¿hasta qué punto un periodista puede exponer su existencia?

Retomando el término voyerista, si le echamos una mirada al psicoanálisis freudiano vamos a encontrar que todo acto consciente o inconsciente se ve reflejado por un impulso puramente sexual, Freud lo encasilló en un eufemismo llamándolo «pulsión». Todos los seres humanos y la civilización misma están basados sobre el placer, y así mismo entonces, muchos de los periodistas tenemos placeres en común según sean nuestras preferencias en los campos de acción, ya sean: radio, televisión, medios escritos, dispositivos electrónicos y digitales.

Freud también hablaba del Yo, que era el resultado de la mediación entre el Superyó y el Ello, su tarea es la auto conservación del individuo, el Ello es la forma más primitiva de impulso sexual en la que se encuentran: el hambre, el sexo y la agresión, y el Superyó se resume como convenciones sociales, normas o valores morales establecidos que contenían la violencia del Ello. En El malestar en la Cultura, Freud habla básicamente sobre el esfuerzo que tiene que hacer cada individuo para reprimir sus impulsos primitivos (Ello) y así contribuir a la supervivencia de la civilización, por lo tanto, todo individuo se siente en cierta medida reprimido. Estos sermones pueriles sobre psicoanálisis que describo son para fundamentar el comportamiento de un individuo dentro de un contexto social como el presente, un mundo donde las relaciones de poder terminan siendo vasos de agua con agujas infectadas, y así como el poder genera conocimiento, así mismo reprime; y estos efectos que se concentran en los poderes son los que se deben temer, según expone Webber, «el Estado es aquella comunidad humana que ejerce (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima dentro de un determinado territorio», una realidad comparable con la del gobierno norteamericano.

Para que un ser humano actúe de una manera determinada es necesario un contexto y su relación con él. Los dos son modificados.

Una acción viene de una pulsión (ya mencionada en el psicoanálisis), esa pulsión llamada Eros se representa en las determinaciones del individuo, así que la decisión que tomó el periodista árabe de quedarse en la ciudad fue una lucha de intereses. Los intereses de Ayyoub eran meramente comprensibles, su pueblo, su gente, su cultura, estaban en peligro de los imperialistas cobijados por los no menos poderosos gobiernos del Reino Unido e Israel. La toma de Iraq fue un arranque sustentado con fines «libertarios» para tumbar al régimen de Saddam Hussein. La mayoría de los iraquíes no tenían para dónde ir, además su dirigente se había refugiado y las fuerzas militares no se veían por ninguna parte. La imagen: calles truncadas por un desierto baldío y calcinante con personas horrorizadas, otras en sus casas. Periodistas con la mentalidad de Ayyoub, se quedaron para transmitir las 24 horas de aquello que acontecía fuera de su cadena de televisión, la realidad retratada bajo niños llorando a sus familiares muertos, las mujeres desgarradas en llanto por la pérdida de sus hogares y esposos y miles de pilas de cadáveres en las calles eran repetidas continuamente. La razón de la estadía de los periodistas más allá de huir por sus vidas: querían ver y hacer algo por su país (voyerismo pragmático), así que intentarían luchar mediáticamente con cadenas de televisión como la BBC (de los ingleses) y Fox (de los gringos).

¿Por qué una persona decide quedarse a defender a un país más allá de ser o no nacionalista?

¿Por qué una persona expondría su vida a la muerte en una guerra para mostrar los sucesos, en vez de huir, a sabiendas de que las emisiones noticiosas van a ir a muchísima gente que no conoce, con la que no ha cruzado palabra y con la que está distanciada miles de kilómetros?

¿De dónde viene esa calidez humana para luchar por algo llamado justicia?

¿Será la naturaleza del ser humano buscar la justicia, o es simplemente una consecuencia de seguir una profesión como es el periodismo, es una unión de las dos cosas, o es una estupidez luchar por alguien a quien no se conoce?

¿Hasta qué punto el fin justificará los medios, o hasta qué punto los medios para un fin?

Estas acciones que cruzan el límite de la objetividad que propone el periodismo tienen su alcance hasta la esencia misma del ser humano, y es que como lo dije al principio, el periodista no es un dios, también le da hambre, tiene esposa e hijos, caga, sufre, siente despecho y hasta pasión por una nación en la que se crió, en la que se le ofrecieron algunas oportunidades y en la que se le negaron otras, que por luchar por esas oportunidades quiso defender a las personas necesitadas, que en los países siempre son la mayoría (o por lo menos los del Tercer Mundo). Todas estas conexiones que establecen los seres humanos, que llaman valores, están identificados plenamente por intereses, lo que Friedrich Engels denominaba como aquello que nos beneficia o nos perjudica y de allí parte la concepción del valor o anti valor. El término ‘interés’ es una palabra del origen latino: ‘inter esse’ que significa «entre varios, lo que pone en relación a varios», como dice Fernando Savater en Ética para Amador, una obra cuyo significado es importante para partir del concepto de valor. Savater menciona que los intereses no son solo de una persona sino que son compartidos, porque existe un «contacto con otras realidades tan de verdad» como las de cada persona, existen diferentes intereses que pueden variar según los tiempos, las normas, etc. Pero no se puede dejar un interés de lado, y es «el interés de ser humano entre los humanos, de dar y recibir el trato de de humanidad sin el que no puede haber buena vida».

En torno a la pregunta de si fue bueno o malo que el periodista árabe se quedara informando en el lugar que estaba siendo bombardeado, en una frase, Erich Fromm, dice que «lo bueno es aquello que es bueno para el hombre y malo lo que le es nocivo, siendo el único criterio de valor ético de bienestar del hombre». Lo que pensó Ayyoud que sería bueno para él era mostrar la situación iraquí tal cual, y qué mejor forma de mostrar lo que estaba pasando, aún a costa de su propia vida, estando en conciencia luchadora y postura humilde en el área del conflicto, porque el aporte de una persona puede ser un aporte para una generación, o como lo mencionaban Hegel y Borges, «la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres». Y puede que el sacrificio de Ayyoud no haya detenido los bombardeos ni las violaciones que impusieron los gringos contra el pueblo iraquí, pero quedó en la conciencia social, que muchas personas murieron defendiendo lo que era justamente suyo. Porque la verdadera inmortalidad consiste en quedar grabado en la memoria de la historia, y Ayyoud sobrevive aunque sea sólo en su pueblo iraquí y una que otra mente en el resto del mundo.

Tomás Eloy Martínez enuncia que el poder del periodista «reside justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos, denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos». Si bien esto demuestra que la acción que tomó Ayyoud haya sido la contraria, fue algo casi que completamente inevitable, y puede que este ejemplo sirva como referencia, cuando Borges afirma en uno de sus cuentos, «le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en qué vivir», pero nunca nadie ha vivido en contextos fáciles y las circunstancias cambiantes y cambiables suelen ser un océano de conocimientos de ida y vuelta, así como argumenta Mario Bunge, «un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos», la sociedad y el individuo son mutados el uno al otro y así crear un nuevo sistema capaz de adaptarse a las necesidades «animales y espirituales» en las que también se incluyen los sueños, esto genera un mundo nuevo, una «cultura». Es por tanto un acto —el de Ayyoud—, una sucesión de determinaciones basadas en las presiones sociales y también de la voluntad de su espíritu —en el sentido de las antiguas ciencias del espíritu— de la que se deducía el pensamiento de Wilhem Dilthey, que hablaba sobre las aspiraciones, cómo medir un sueño. Así entonces, la actitud de Ayyoud, termina siendo la de un «estupendo narrador», que para Eloy no es más que «una persona que deje ver algo de la flora que hay en su medio, y que ponga a los personajes frente a situaciones como el dolor, como el honor, como la muerte, o sea que me deje ver qué hay en cuanto al culto a la muerte se refiere».

Este sentido de muerte que menciona Eloy no significa el de comparar al reportero muerto con un fanático religioso —cosa que pasa frecuentemente al escuchar la palabra musulmán en muchas personas— si no que es el de esa pasión de la que he venido hablando, esa emotividad humana que se intenta ocultar en una práctica laboral y que se puede reducir a la esencia misma que es la de ser humano.

El caso de Ayyoud suele presentarse con frecuencia en los periodistas —porque como repito, seguimos siendo seres humanos— y tiende a asemejarse al «cambio de suerte» aristotélico, las circunstancias que van y vienen como las olas del mar, afectan la existencia del individuo, así este conozca las posibles repercusiones de la historia con antelación, porque recordemos que otra de las características de la naturaleza humana consiste en ser curioso, por lo tanto para satisfacer esas ansias de indagar, el individuo se ve llevado hacia el centro de la experiencia, y así es que se sumerge y se expone.

De esta manera obraba uno de los grandes escritores de la literatura, era Marcel Proust, quien para escribir una novela suya titulada En Busca del Tiempo Perdido, necesitaba salir todas las noches por las calles de París para encontrar las palabras exactas, esas experiencias, ese mundo para poder plasmarlo.

Anteriormente mencionaba el propósito imperialista de Estados Unidos en Iraq, y es pues, que hay que tener en cuenta que la mayor parte de las guerras no las hacen los militares, sino que es una guerra mediática, en la que se busca desprestigiar y amedrentar al adversario, en estos términos se refiere Juan Gargurevich , periodista y docente peruano: «en suma, la guerra que se avecinaba no era exclusiva de tanques y ejércitos. El periodismo y una de sus peores consecuencias, la propaganda, saldrían a combatir en presencia de una enorme opinión pública mundial a la que había que convencer, por lado norteamericano, de presuntas razones justas para invadir Irak».

Ernie Pyle, uno de los corresponsales de guerra más famosos (fallecido en la Segunda Guerra Mundial) comparte con los soldados en medio del campo de batalla.

Las excusas para armar la guerra, sobran. El ser humano es un universo complejo pero con consciencia y así mismo en una de las ramificaciones de las disciplinas humanas, nace el periodismo, cuya acción de personas, que en su mayoría desean proteger y luchar por el bien común, termina siendo una especie de Andrómeda, atada a una roca, luchando para que el monstruo marino no acabe con su pueblo. Pero no se trata de héroes, eso dejémoslo para la ficción, porque la realidad es otra, es de personas que en verdad rebuscan entre las esferas de la sociedad una verdad qué mostrar, esa que ocultan los gobiernos tiranos como sacados de la pesadilla orwelliana de 1984, es ser humilde pero firme en los objetivos como para ganarse el apelativo de «excavadores de estiércol», un eufemismo de Theodore Roosevelt para llamarnos come–mierdas, porque nos alimentamos de sus heces, de las porquerías que se conspiran bajo esas fachadas bonitas de cuerpos perfumados y acuerdos diplomáticos, y sacamos a relucir sus verdaderos cuerpos pútridos, y rechazamos la designación tajante, deshonesta y sinvergüenza de «idiotas útiles» utilizada por Juan Manuel Santos, esa ofensa es un robo frente a frente, porque si se busca el término, se encuentra de manera general que es un grupo de personas rechazados de diversos grupos sociales —hablando actualmente— pero que fue utilizado en la Rusia Soviética para desdeñar a los supuestos adeptos que luchaban con el partido socialista y que «simpatizaban» a la vez con «países occidentales».

Así tan bajo ha caído la imagen del periodista que hoy en día tiene que lidiar con un sueldo bajo, una profesión riesgosa, calumnias, afrentas, y en el que su credibilidad ha sido puesta en entre dicho, porque hay que aceptar que aquellos facilistas de la profesión, en conjunto con los gobiernos corruptos han mancillado la imagen de los mensajeros de Hermes. El periodista ha sido desplazado, marginado, y eso influye también en el carácter de un individuo por querer sobresalir entre esa gran masa de periodistas.

El periodismo actual reside entonces en las presiones sociales, los poderes, el espíritu y los sueños de una persona por alcanzar una justicia, pero debe tenerse en cuenta no tanto lo abstracto —como cité anteriormente— de esa naturaleza humana de la que habla Chomsky, una visión de naturaleza humana y razón, sino que como explica Foucault, la misión debe ser romper con las utopías ya «que la tarea política real en una sociedad tal como la nuestra es criticar las instituciones, las que aparentan ser ambas neutras e independientes; criticarlas en cuanto a la manera en que han siempre ejercido ellas mismas la violencia política obscuramente, hasta que ellas sean desenmascaradas, así que uno pueda luchar contra ellas.»

Con todo lo anterior, los conceptos de justicia y pasión habían quedado reducidos a lo abstracto, explicaciones que sólo puse para mostrar los diversos enfoques del problema, como enuncia Foucault, lo primordial debe ser luchar (voyerismo pragmático) y no conversar, y actos como el de Ayyoud, deben ser cuestionados constantemente para «descubrir el punto en el cual éstas prácticas se convirtieron en técnicas coherentes del pensamiento, con objetivos definidos; el punto en el cual un particular discurso surgió de éstas técnicas y pasaron a ser consideradas como verdaderas, el punto en el cual ellas están relacionadas con la obligación de la búsqueda de la verdad y de decir la verdad.»

Mientras no haya un replanteamiento de los valores periodísticos, en los cuales se medite sobre la práctica, los objetivos, y la misma vida del individuo, sin poner en riesgo una larga trayectoria de estudios para morir tempranamente, los de la fauna política, ese «Zoon Politikon» aristotélico, continuará evadiendo el poder popular, así, como sacado de un poema, pero de pesadilla, totalmente tergiversado, de Oliverio Girondo y un fragmento final de Julio Cortázar: «se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son».

«La vida del hombre no puede ser «vivida» repitiendo los patrones de su especie; es él mismo —cada uno— quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso», Erich Fromm.

____________


Escrito por

Hugo Andrés Arévalo González

Proceso de-formación en Comunicación Social - Periodismo, y en la vida. Voluntad de agua. Colombiano.


Publicado en

A la luz del fuego

Otro sitio más de Lamula.pe